lunes, 10 de noviembre de 2008

Dia de muertos en Guatemala

Empiezo por comentarles que he posteado esto un poco tarde, ustedes saben, la falta de tiempo, de inspiración, y la acumulación de trabajo; pero como amo escribir, aunque sea un poco tarde aquí les voy.


Como he escrito antes, me encanta el día de muertos, algunos creen que soy superficial, pero la verdad es que me gusta rodearme de las cosas que son hermosas. De la misma manera que nos peinamos el cabello para que enmarque nuestro rostro y nos vestimos con las prendas que creamos nos haga ver mejor, lustramos los zapatos para que estén limpios creo que la vida se disfruta más cuando tus sentidos son exaltados con las maravillas que coexisten en la irrealidad que llamamos vida. Y dado que los placeres básicos como la vida, la sexualidad, los goces de la gastronomía, pintura, escultura y demás, entran por el sentido de la vista.


Muchas cosas entran por la vista, y uno de los lugares más hermosos para el sentido de la vista es el cementerio en el día de muertos. Los sepulcros de tan variados colores, lápidas desordenadas, la incongruencia arquitectónica, y el gris del concreto toman vida con las flores, los arreglos de guirnaldas que coronan las paredes de los nichos, como guerreros que vuelven de la batalla, como atletas que alcanzan sus metas, y como la realeza se atavía el día de la coronación. Los ramos llenos de vida que muy pronto se secarán, contrastan irremediablemente con el gris del cementerio, las calles asfaltadas y el interior de los sepulcros que solo albergan los recuerdos y los buenos deseos que guardamos para el día en que nuestra vida acabe.


Así como la mancha roja de salga se ve más intensa en el suéter de lana blanco, asimismo resaltan las flores en un fondo tan falto de vida. Y no es necesario que sean grandes ramos de flores ni que sean lirios, rosas o girasoles, las flores más pequeñas contribuyen con su aroma, su color y sus ganas de aferrarse a los últimos instantes de vida que les quedan dentro de los pequeños tallos a los que se unen.

Hasta el nicho más pequeño, humilde, descuidado o inclusive abierto toma vida con uno de estos adornos, algunos se esmeran poniendo grandes coronas, complejos arreglos florales, pero en estos dorados tiempos de escasez económica, las flores plásticas han tomado su lugar. Pero inclusive hay elementos que merecen nuestra atención, ya que a falta de flores naturales encontramos el deleite de nuestra vista en arreglos de flores de papel, cuyos resultados nos sorprenderán con materiales poco usuales.

La fiesta en el cementerio general no se pudo hacer esperar, el comercio informal se abalanza cubriendo las calles con productos varios que no tienen nada que ver con el día de muertos, estos se colocan alrededor de las entradas del cementerio, y al acercarse al campo santo uno puede reconocer la relación que tenemos más próxima con la muerte, las flores, y las comidas de la temporada y atemporal de nuestra gastronomía, como buñuelos, torrejas, garnachas que habrá quien pueda decir que no están relacionadas directamente con la muerte.

Simplemente me voy a concretar a alegar que nuestra celebración de día de muertos no es tal, sino la muerte nos sirve como recordatorio de la vida y que esto es solo un recorrido hacia una meta en común. Entonces la celebración del día de muertos en realidad es una celebración de la vida, de este camino en el que avanzamos día con día hacia la muerte que nos espera con los brazos abiertos como gran castigador o amorosa madre, según nuestras creencias y deseos. Es el único destino que compartimos todos los que nacemos, poderosos y humildes, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Porque cada día que vivimos nos acercamos a la muerte y la celebración de la misma es solo una celebración de cada día que vivimos.

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